Cómo se producen las semillas de maíz
03 de junio de 2025
Dos productores que cultivan híbridos para Bayer cuentan los detalles del delicado proceso que implica la multiplicación de genética seleccionada.
Tras un año en el que se redujo sensiblemente la superficie sembrada con maíz, para la campaña 2025/26 las perspectivas son alentadoras y se espera un fuerte repunte en el área ocupada por el cereal. Pero para que la intención de siembra se pueda plasmar en la realidad es necesario que la industria semillera tenga capacidad de abastecimiento, produciendo y ofreciendo semillas suficientes en cantidad y calidad.
Para lograrlo, Bayer cuenta con una red de empresas que trabajan con máxima profesionalidad en la reproducción de la genética que mejor se adapta a las distintas regiones productivas y a los desafíos agronómicos que se plantean.
“Al haber tanto valor agregado y tanto valor económico, el mejor lugar para hacer semillas es en los mejores campos”, aclara de entrada Julio Sanchez Sorondo, quien trabaja en una empresa que todos los años siembra alrededor de 5.000 hectáreas de maíz para semilla.
Según explica, las principales zonas de producción de semillas de maíz en Argentina son la zona núcleo agrícola (norte de Buenos Aires), el sur de Santa Fe (Venado Tuerto) y el sudeste bonaerense (Balcarce). “Todos los años, haya mayor o menor demanda de semillas, en esas zonas siempre se va a producir porque son los mejores campos y tienen las mejores condiciones de suelo y clima para producción de semilla”.
La selección de los campos es un elemento central para la producción de semillas, pero representa tan solo el comienzo de un complejo proceso en el que hay muchas piezas que no pueden fallar. Sanchez Sorondo enumera los siguientes factores:
Buena profundidad de suelo. “Va a ayudar a mantener la humedad a lo largo del periodo de cultivo y eso se ve en los números y en bajar la volatilidad del rinde. Un campo de mayor profundidad almacena más agua y todo funciona mejor”, explica.
Riego complementario. “Más o menos, para promediar, además del agua de lluvia se agregan unos 160 milímetros. Los años de seca se puede llegar a regar 200-250 mm y el año bueno regarás 100. Y se riega en los momentos clave que necesita la planta”.
Insumos. En comparación con un lote en que se produce maíz para fines comerciales, los lotes de maíz semilla pueden requerir un uso más intensivo de insumos. Se aplica el fertilizante que haga falta segun los muestreos de suelo para que la fertilidad no sea una limitante, y los productos de protección de cultivo que permitan asegurar un desarrollo exitoso del cultivo en todas las etapas. “Hay tanto valor en ese lote que vale la pena gastar un poco más para cuidarlo, porque el costo más caro para el semillero sería tener menos cantidad de bolsas de semillas”, explica Sanchez Sorondo.
Por su parte Agustín Gallardo Pigasol, cuya empresa produce semillas de maíz en unas 3.000 hectáreas, pone el foco en aspectos organizacionales y logísticos que no pueden fallar. “La producción de maíz de semilla es muy dependiente de la planificación desde antes de la siembra hasta la cosecha, e incluso del manejo postcosecha de esa semilla. Por ejemplo, para la siembra uno tiene que haber planificado bien la disponibilidad de maquinaria para sembrar la línea macho y sembrar en el momento que corresponda la línea hembra, para que haya una coincidencia en la floración. Después tiene que estar bien planificada la fecha en que va a florecer ese cultivo para tener disponibilidad de gente y de maquinaria para las labores de despanojado”, advierte.
El despanojado, un arte complejo
Como remarca Gallardo Pigasol, la gran particularidad de la producción de semillas en comparación con la de maíz comercial es la necesidad de cruzar plantas machos y hembras, que incluye la fase de despanojado.
En un convenio clásico de producción de semillas, Bayer entrega a los productores las líneas parentales de los híbridos que quiere multiplicar. Sanchez Sorondo explica que esas líneas se siembran en fechas distintas bajo modalidad 6/2 o 6/1, que significa que cada seis líneas hembras hay una línea macho que polinizará a las hembras, y que las siembras suelen tener algunos días de diferencia para después poder hacer coincidir las épocas de polinización. “Cuando ya se está entrando en la etapa de reproducción de la planta arranca una labor clave que es el despanojado. Al estar sembrando dos líneas tengo que evitar que la hembra se autofecunde, porque lo que quiero es generar un híbrido, necesito que las dos líneas machos polinicen a las seis líneas hembras, por lo cual se despanoja a la planta hembra. Despanojar significa cortarle la cabeza donde está la flor, entonces el único polen que va a volar en ese lote va a ser el de las líneas macho, y de esa forma logro la cruza genética”, detalla.
La labor de despanojado se hace en primera instancia de forma mecánica, con una máquina especialmente diseñada y equipada con un sensor que mide la altura de las plantas para realizar el corte de la panoja con precisión. Pero como la efectividad no es del cien por ciento es necesario realizar repasos manuales.
Cuando la planta hembra ya fue fecundada con el polen del macho, se pica o se destruyen las líneas macho, y finalmente se realiza la cosecha, que no es una trilla convencional sino que se recoge las espigas en verde, sin desgranarlas, con una humedad del 40 por ciento. Esa espiga va después a la planta de Bayer, donde se la seca, se desgrana, se clasifica y avanza hacia la etapa industrial.
“Se cosecha con ese grado de humedad y en espiga para poder mantener el poder germinativo de la semilla”, dice Sanchez Sorondo, y agrega que un buen rinde de maíz semilla ronda los 3.000-3.500 kilos por hectárea. “Si tuviste muy buenos rindes puede ser 4.500 kilos como algo excepcional. La producción de semilla rinde mucho menos que un maíz commodity, que puede alcanzar los 15.000 kilos, porque es otro tipo de planta. El objetivo no es rinde, el objetivo es cantidad de semilla”.
Las tendencias maiceras
Por su rol de productor de semillas, Sanchez Sorondo tiene una perspectiva muy clara de las principales tendencias que se vienen dando en torno al maíz en las últimas campañas, y eso permite también vislumbrar lo que puede venir en el futuro cercano.
“En los últimos cuatro años creció muy fuerte y muy rápido la demanda de semilla de maíz. En Argentina el área sembrada de maíz creció en zonas donde antes ni se pensaba, salieron nuevas tecnologías, nuevos híbridos que permitieron que eso suceda, nuevas técnicas de siembra, tal vez con planteos agronómicos de baja densidad -de 30.000 a 40.000 plantas por hectárea- que permiten administrar bien el recurso agua con siembra directa. Se han logrado muy buenos rindes en campos que jamás se había pensado que iba a haber maíz. Eso disparó que semilleros como Bayer tengan necesidad de producción de más bolsas de semilla”, describe el productor.
Luego aclara que el año pasado esa tendencia se interrumpió por el fenómeno de la chicharrita Dalbulus maidis. “Se sacó un poco el pie del acelerador, se pasó más a la soja y eso hizo que baje la demanda de bolsas de maíz. Lo bueno que tuvo este año es que el efecto de la chicharra parece que no fue tan grave como estaba previsto, con lo cual hay augurio de que quizás la campaña que viene crezca la producción y se necesiten un poco más de bolsas”, dice.
Por su parte, Agustín Gallardo Pigasol también menciona a la chicharrita entre los fenómenos que marcan tendencia y generan cambios en las prácticas agronómicas, y coincide con Sanchez Sorondo en destacar la llegada del cereal a nuevas regiones, poniéndole fichas al mejoramiento genético que viene impulsando la industria semillera.
“La chicharrita afectó por un lado la demanda de bolsas semilla porque cayó la intención de siembra en el norte del país, y por otro lado también influyó en algunas decisiones de fecha de siembra en la producción de semilla. Nos empezamos a volcar a fechas más tempranas, sobre todo en zona núcleo. Antes se hacía una proporción importante de fechas tardías y este año se decidió prácticamente no hacer una fecha tardía. Eso complejiza un poco el manejo porque obliga a tener más disponibilidad de gente y de maquinaria para el despanojado y una mejor coordinación para la cosecha y la recepción en plaza”, explica.
De cara a los próximos años, Gallardo Pigasol aclara que la evolución del área sembrada dependerá en gran medida de lo que demande el mercado, pero confirma que se está mejorando la productividad en zonas marginales, con mejoras en la genética y en el manejo, con bajas densidades o densidades variables. “Eso puede hacer que aumente la productividad del país y también aumente el área de producción del país, pero siempre va de la mano de los márgenes que hay”, dice.
A todo eso, con el mayor profesionalismo y las herramientas de avanzada, estarán atentos los productores de semillas de maíz, un eslabón clave de una cadena con enorme valor agregado, antes y después del grano.